Subida al Cerro Andrinal (por el
camino más largo).
Comenzamos
la marcha saliendo desde la puerta del colegio público de Quijorna, desde donde
conectamos al momento con la senda paralela al arroyo que toma la dirección de
Villanueva de la Cañada. Hemos elegido la bicicleta para esta ocasión, pero
como veremos más adelante no es una opción apropiada para una ruta de
iniciación.
Los
primeros tres o cuatro kilómetros nos sirven para ir calentando las piernas a
medida que superamos un pequeño desnivel. Si, pequeño, pero que a pesar de eso
nos resulta exigente. Ya estamos comprobando que somos mejores caminantes que ciclistas. El primer descanso nos lo damos al llegar a la
zona próxima a los hornos de cal. A nuestra espalda vamos dejando los retamares y los álamos
próximos a la zona del arroyo Quijorna para ir encontrándonos con romeros,
tomillos, encinares más densos y algún representante de la antes abundante jara
en esta zona. En este punto, recuperados, tomamos la primera desviación de la
ruta, siguiendo el ramal de la izquierda en dirección a Valdemorillo, el que
sube, con lo que vamos dejando los hornos atrás al tiempo que ampliamos
horizontes por encima de Quijorna. Si lo
de antes ya fue menos un paseo de lo que esperábamos, ahora, por una trocha
serpenteante de mucha mayor pendiente tardamos poco en poner pie en tierra.
Según ascendemos, hacemos parada en un par de miradores privilegiados que nos
ofrecen una panorámica más amplia del entorno. Nuestra vista puede elegir entre
los cerrados encinares bajo nuestros pies o la línea del horizonte con Navalcarnero
y su silo como mejor referencia.
Una vez
arriba de la cresta a la que nos conduce
sin pérdida la pista que nos trae desde los hornos, hemos ganado vistas también
hacia el norte y el oeste. Dominamos en esas direcciones el perfil de las
montañas desde el inicio de Gredos hasta el final de la sierra de Guadarrama y
principio de la de Somosierra. La excusa de disfrutar de este paisaje nos da el
mejor motivo para otro descansito.
Estando
en la parte alta de la ruta ya solo nos queda por delante proseguir hacia el
oeste tomando como referencia la casa de Los Llanos y su vértice. Ahora es fácil volver a la bicicleta. A cierta
distancia por la derecha tenemos una vista amplia sobre buena parte de una de
las zonas más vistosas de la Comunidad de Madrid, pero nos da por fijarnos más
en la conducción del Canal de Isabel II, que recoge agua del pantano de Picadas
y la lleva a Majadahonda. pasando por
Cerro Alarcón, pantano y
urbanizaciones cuyas casas vemos en el lado de enfrente; estamos separados de
ellas por la vaguada del arroyo de Valdeyerno, cuyo nacimiento está próximo al comienzo de
nuestra pista.
Ya sabemos que lo bueno parece durar
poco. A medida que nos aproximamos a Los Llanos se acaba lo de llanear
(paradójico). El tramo de subida final
del cerro nos resulta muy trabajoso, especialmente por el mal estado de la
pista. Al poco, una de las bicicletas que llevábamos se pinchó, por lo que nos
apeamos y continuamos la senda andando. Llegamos poco después al tramo que no tiene cambios de
nivel y cuenta con un piso inmejorable. Una pregunta filosófica nos asalta a
los dos: ¿No quedamos ayer en que tú traías parches y bomba?.
Ya
estamos próximos a la casa de los Llanos, de la que sabemos que es de construcción
anterior a la guerra civil, aunque desconocemos los detalles de su origen. Actualmente
está en estado de ruina. . Se dice que aquí estuvo asentada una batería
artillera en la batalla de Brunete. Desde luego, el lugar es ideal por el
alcance de la vista sobre posibles objetivos.
Pasadas
estas construcciones, seguimos la senda , que toma dirección a Quijorna,
dejando a nuestra derecha el vértice geodésico Los Llanos, de cota 715 m desde
el que podemos ver nuestro próximo destino, bastante adelantado y algo por
debajo de la altura que tenemos, un tal Cerro Andrinal.
Desde
que volvimos hace un par de kilómetros a la infantería, entre conversación y
conversación hemos ido recogiendo cuanta lata vacía y botella de plástico
veíamos al borde del camino. En el entorno de la casa, aprovechando otro
descanso hacemos una batida general, recogiendo cierta cantidad de cartuchos de
caza. Las aliagas (genistas) y un tejo solitario, esplendido, observan con
asombro nuestra conducta…
Nos
enfrentamos ahora a una bajada importante, con el terreno muy suelto y a la que
sigue una subida rompe piernas apenas acaba el descenso; segundo motivo por el
que desaconsejamos el uso de la bicicleta en esta ruta, a menos que se esté
bastante en forma y la montura sea la apropiada. No es desde luego nuestro
caso.
El
Cerro Andrinal, que está al final de nuestra última cuesta arriba ofrece una
estupenda vista de Quijorna y zonas de sombra, elegimos una justo a los pies de
la trinchera con fortín. Aquí por fin devoramos el almuerzo. El sitio merece la
pena, y los buitres que nos han acompañado la mayoría del trayecto a prudente
distancia nos obsequian con una pasada a baja altura, para que podamos ver su
poderío. Casi creemos oír como cortan el aire al pasar por encima de nosotros,
a pocos metros de altura. Son unos bichos magníficos. ¿Nos dan la bienvenida a
su hábitat o les habrá parecido que estamos tan fatigados que podemos ser su
próxima merienda?.
Descansados,
charlado de los arreglos necesarios del mundo y acompañados de un mínimo de
nicotina emprendemos la bajada, con un trecho inicial aún más difícil que el
anterior, al estar el terreno lavado y no haber resto de vegetal que agarre las
suelas. Al alcanzar el camino principal, echamos de menos la bicicleta tal como
estaba en el punto de partida tres horas antes, ya que desde aquí hasta el
pueblo, entrando por la calle Olivar, todo es una bajada continua y rápida
hasta el bar.
En
resumen, una excursión de unas 3 horas, algo larga para niños, no ideal para la
bicicleta, y con muchas recompensas. Importante echar unos prismáticos y cámara
de fotos, bocata y bastante agua.
La
haremos con la asociación un día de estos...
FINE
Ernesto Viñas y David Pollan
Ernesto Viñas y David Pollan