jueves, 8 de marzo de 2012


Excursión por Quijorna: Hornos de Cal y batalla de Brunete
12 de febrero de 2012

Con la participación en esta actividad de los nuevos amigos de la asociación “Camineros del Real de Manzanares” y  “Villanueva de la Cañada Sostenible” reunimos en  los alrededores del colegio Príncipe de Asturias a un grupo de alrededor de 50 personas.


La primera impresión es la que cuenta y en algunas ocasiones este ojo clínico de quién les escribe falla. Me explico.

En el grupo, aquellos que por edad y situación parecían ser más endebles, que no terminarían la ruta,  fueron los que nos demostraron que la voluntad, la paciencia y el paso tranquilo es un arma más para alcanzar la meta. Comenzaron a andar con tiento, para sus adentros y mirando al suelo, como para no perder la respiración ó el ritmo de sus zancadas; mientras el grupo se estiraba y la chiquillería lo inundaba todo.


Subimos las primeras pendientes, ya como longaniza viva. Nos cruzábamos con grupos de ciclistas saludantes y saludados y nos detuvimos en las inmediaciones del horno de cal, apropósito de haber recorrido ¼ de la ruta prevista. Aquí nuestro entusiasta presidente se dedicó a lo que más le gusta y así nos contó la situación de la línea del frente en el 37, los tipos de bombardeos, los puestos de mando de uno y otro bando y abrió la veda para que el interesado y el curioso preguntasen.

Reagrupados, informados, desabrigados (la mañana comenzó fresca) y repuestos en fin, continuamos camino en dirección a Valdemorillo por un pequeño camino empedrado, del que se dijo que por su construcción podría ser parte de una calzada romana. (Qué bueno sería estudiar esto a fondo y añadir esto al catalogo de intereses culturales del municipio).

El paisaje de la zona,  pese a la  sequedad del terreno  este año, era de umbría y daba comba a especies vegetales de zonas menos áridas. Estas cárcavas esconden las entradas a las minas de cal que en tiempos se explotaban. Según mi versión, discutible por supuesto, de aquí extraían hidróxido cálcico (Cal hidratada), para llevarla a los hornos, donde una vez calentada perdía su contenido en agua, para pasar a convertirse en cal viva,  para su posterior aprovechamiento en construcción (morteros de cal y canto – cal para encalar paredes) y tratamientos fitosanitarios.


Una vez más Ernesto nos arenga y nos cuenta sobre el campamento que ocupo aquí el bando republicano, construido con los materiales de derribo de lo que quedó del pueblo de Quijorna, arrasado por las bombas. Este campamento, alejado de la línea del frente fue ideal lugar para recuperarse y pese a la calamidad, hacer vida casi normal y contaba con ……….. organizado en el  espíritu de la colectivización …bla, bla, bla…
Pasada la guerra los habitantes de Quijorna tuvieron que seguir haciendo uso de este poblado por varios años,  hasta la reconstrucción de sus casas. Este hecho vino a recordarme una película de los años 50, sólo que a la inversa.
En “La otra vida del Capitán Contreras” (Rafael Gil - Fernando Fernán Gómez, 1956) un soldado vuelve a la vida en la época actual, habiendo estado en letargo desde 1600. El choque no puede ser más brutal. Yo trasladé a nuestro grupo a esta época y me imaginé sacando agua de un pozo a mano, preparando cercados para animales, reparando tejados con goteras y echando una partida a las cartas con los convecinos, tal y como debió ser para algunos de nuestros vecinos mas viejos. Por un lado pesadilla, pero por otro… vivir de lo que produces, sin artificios, sin juez, sin bandos, sin bandas, sin móvil, sin necesidad de moneda. No sé, no sé…


Otra vez en marcha y después de sometidos en las ultimas cuestas a la ley de la gravedad, algunos rezongando, otros respirando con ganas y olvidado el frio, llaneamos y hay tiempo para cambiar impresiones con alguno de nuestros acompañantes de los Camineros del Real. Una labor bonita, justa y necesaria.  Salir a andar, reconocer los caminos y denunciar el uso privado de los tramos que son de uso público, eliminando las barreras, cercas y vallas si es necesario.

Hablamos sobre al Palacio del Canto del Pico en Torrelodones, desde donde el General Miaja dirigió la batalla de Brunete y que posteriormente tras la victoria de Franco  sería donado a este y de su posterior abandono y destrucción. Intercambiamos ideas de rutas, con interés en los caminos de conducción de picadas del Canal de Isabel II. Llanos, asfaltados y de suave desnivel, el sueño del ciclista aficionado y su sufrida familia que lo acompaña…

Seguimos ya por la cuerda de la colina y la ruta se va cobrando sus victimas en forma de suelas de zapato, primero las botas altas. Poco mas tarde zapatos de cuero. Increíble, pero cierto en ambas suelas a la vez en los dos casos.

Nos arremolinamos los curiosos para ver el desperfecto y hay ofrecimientos para su reparación con cuerdas, alambres… Todo temporal, aunque efectivo, pues con un par de intentos y fracasos, los propietarios descansan sus cabezas de la posibilidad de tener que hacer la mitad restante  descalzos.


La casa de los Llanos nos conoce de otras batidas y la hemos visto con otros soles, por lo que no me detengo en comentarla. Otra breve parada para dar más detalles de lo que se vivió allí y para concentrar al grupo, que ya almorzado tiene un paso mas calmo.

Nos queda ya una subida, demonizada por todos, hasta el cerro Andrinal y ya, desde el fortín divisar Quijorna, para pensar en las andanzas de Cabeza de Vaca* y comparar las gestas…

David Pollán / colaboradores

*Naufragios y comentarios, 1542 – Alvar Núñez Cabeza de Vaca  (Una lectura interesante, junto con la biografía de Hernán Cortes de Juan Miralles- Tusquets)

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