lunes, 30 de septiembre de 2013

En Quijorna, el PP recupera sus raíces franquistas.

Para ser justos, como no terminaron su acto alzando el brazo ni cantando el cara al sol, no podemos decir que lo que vimos el día 29 por la mañana en la plaza de Quijorna, todavía llamada de la 5ª bandera de Castilla, fuera una demostración propia del primer periodo franquista. Ateniéndonos a la verdad de lo visto y oído, lo que presenciamos fue más bien un mitin “light”, quizás propio de los años medios y finales de la dictadura.

Amparados en el término “memoria histórica”, robado a quienes soportaron la represión del franquismo y aguantan la amnesia del actual periodo democrático y siguen reivindicando su lucha y resistencia, el gobierno de Quijorna, el cura y los invitados asistentes recordaron, exaltaron y bendijeron a las unidades militares del ejército sublevado (y por lo tanto golpista) que, tras haber ocupado Quijorna en los últimos días de octubre o primeros del de noviembre de 1936, resistieron durante 4 días de julio de 1937 el asedio del ejército gubernamental republicano, en la conocida como batalla de Brunete.

El PP de Quijorna, nos ofreció una prueba más de que la tan alabada Transición puede resultar ser en realidad un bucle entre un fascismo latente y un franquismo en potencia. Para homenajear a “los caídos por Dios y por España” y ponerles una placa, apelaron al valor en combate y al espíritu de sacrificio de los tres batallones de los sublevados que quedaron encerrados en Quijorna ante el avance republicano. Reconocer su valor como fuerza militar (que fuera de toda duda existió, en ambos ejércitos), sin mencionar el fin político por el que combatían, ni el tipo de régimen que permitieron instaurar, es algo así como festejar las cualidades médicas del Dr. Menguele o del coronel Antonio Vallejo-Nágera. Lo esencial, lo importante del 164 batallón de Toledo, del tabor de Tiradores de Ifni y de la 5ª bandera de Falange de Castilla no fue su buen desempeño como fuerzas militares; fue y sigue siendo el hecho de que formaron parte de un ejército que, armado por Hitler y Mussolini, pagado por la banca y bendecido por la Iglesia, cortó de raíz y evitó por décadas que en España existieran derechos y justicia social, libertades cívica, cultural y religiosa y, en el caso de ser “rojo”, que entre otras cosas, quedara en el aire el derecho a conservar la vida, la libertad de movimientos, los hijos o la propiedad privada personal y familiar.

En la realidad de nuestros días, cuando hasta la ONU empieza a investigar los crímenes contra la Humanidad ocurridos en España durante la guerra civil y la dictadura porque no lo ha hecho ningún gobierno nacional desde 1975, no se puede tolerar que se exalte el franquismo como si se tratara de un ejercicio de nostalgia o algo que pasa por inercia del pasado y que se extinguirá solo. Lo que vimos en Quijorna podrían ser manifestaciones de una ideología potencialmente fascista. ¿No será que, ante el previsible fracaso de su programa político pacifico, una parte del PP estuviera preparando la alternativa de ultraderecha para que en España nada esencial cambie en los próximos años? Algo parecido está pasando en Grecia.

Si alguien cree exagerado decir que lo que ocurrió en la plaza de Quijorna fue un acto “ultra”, que por favor saque sus conclusiones tras ponerlo en relación con las fotos hechas en la jornada previa de militaria del día 28, la cual llenó de símbolos e ideología franquista y nazi el colegio público donde se educan nuestros hijos. Como ciudadanos, no tenemos derecho a ignorar ni a olvidar lo que el fascismo representa. Si los que trajeron la esvástica gobernaran, posiblemente asesinarían o deportarían a un buen porcentaje de los alumnos y profesores del colegio en el que mostraban su mercancía de odio racial y fascismo. Sabiendo esto, quienes los invitaron a estar ahí en nombre de los “Valores Tradicionales de la cultura española” y gastando dinero público se han vuelto indignos de gobernar nuestro pueblo. Deberían dimitir por su incompatibilidad manifiesta con los valores democráticos vigentes y por no llevar a la práctica la Ley de Memoria Histórica, que prohíbe los actos de exaltación del franquismo a los representantes públicos y exige que se retiren de los lugares comunes los nombres y placas que lo hagan.

Por cierto, en la placa que colocaron el domingo 29, se equivocaron en un dato; la resistencia de los tres batallones franquistas sitiados en Quijorna se mantuvo hasta el día 9, y no hasta el 8. Les falla la memoria.


En Quijorna, ni nazis, ni gobiernos antidemocráticos.    







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